Fundador de Desde El Surco, ingeniero agrónomo de profesión, escritor y libre pensador.
La principal función de la tierra es hospedar a las semillas a que germinen, y a las plantas a que anclen sus raíces. La tierra es también un depósito para el agua, el aire y las substancias nutritivas, las cuales, merced a la actuación de la microflora y microfauna existente y mediante procesos biológicos y químicos, son puestas a disposición de las plantas para su crecimiento, desarrollo y fructificación.
La materia orgánica que contenga la tierra es determinante en el grado de fertilidad, pues constituye la fuente de lo que denominamos el “humus”, la principal substancia nutritiva.
Una buena tierra agrícola debe tener no menos del 5% de materia orgánica En cuanto a textura, la tierra ideal debe tener características medias, es decir. No debe ser ni demasiada suelta ni muy compacta.
La textura media o franca se consigue cuando la tierra agrícola contiene proporciones equilibradas de arena, limo y arcilla. Un buen suelo para hortalizas es el que podríamos denominarlo areno arcilloso, o franco arenoso, o franco arcilloso, pero siempre; con un buen contenido de materia orgánica (humus). Las tierras francas, con buen contenido de materia orgánica, tienen por lo general un pH neutro, es decir no son ácidas ni alcalinas.
Una buena tierra agrícola para la huerta se obtiene mediante la incorporación de materia orgánica (humus) descompuesta. En caso de pretender aligerar su peso y mejorar su estructura y textura, se añade vermiculita o perlita, grava y otros materiales inertes con una granulación que no interfiera el desarrollo de las raíces.
Para macetas, es mejor conseguir como base la tierra negra de los páramos (ricas en carbono) y añadir materia orgánica.
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El estrato activo del suelo para el cultivo de hortalizas y verduras debe ser mayor de 30 cm. de espesor. Con el paso del tiempo, cosecha tras cosecha, el estrato activo de terreno se desgasta y va perdiendo fertilidad. La renovación permanente de esta capa se consigue mediante labores de cultivo que airean la tierra y mejoran su estructura, e incorporando abonos para restablecer la fertilidad.