Retos y oportunidades para los jóvenes agricultores en el Ecuador

El medio rural se ha transformado y la agricultura ha cambiado; qué hechos sustentan tales afirmaciones? Asistimos a la urbanización del medio rural y a la industrialización de la agricultura.

El campo de hoy es crecientemente urbano, no solo porque los pueblos se parecen cada vez más a tugurios urbanos, sino porque depende de los vínculos con la ciudad, en particular la producción agrícola se ha vuelto cada vez más tan solo en el eslabón primario de largas cadenas agroindustriales y de agroexportación, con un uso cada vez más intensivo también de insumos industriales, como los productos químicos para la fertilización y el manejo fitosanitario.

Parte de esas transformaciones que experimenta la ruralidad, son la migración campo-ciudad, que se acelera con las crisis recurrentes en el agro, los desastres naturales y en general porque las brechas de desigualdad entre los territorios urbanos y rurales, en acceso a infraestructuras, servicios y oportunidades hacen que la gente se vaya del campo, provocando un despoblamiento, que viene acompañado de un envejecimiento, porque los jóvenes, sobretodo los más preparados tienden a irse hacia las ciudades.

Qué consecuencias trae la salida de los jóvenes del campo? Más allá de la tristeza que genera ver cómo las familias y comunidades rurales se quedan sin jóvenes, este fenómeno tiene varias consecuencias nocivas: la menor disponibilidad de mano de obra encarece su costo; disminuye la productividad del trabajo, porque los jóvenes tienen un mayor vigor físico y un mejor estado de salud que los agricultores más veteranos para las tareas del campo que requieren más esfuerzo físico; se dificulta la adopción de nuevas tecnologías porque está comprobado que los agricultores de mayor edad son más resistentes a esos cambios. Con los jóvenes se va no solo la fuerza de trabajo, sino los talentos, sus sueños y el futuro del campo.

En la actualidad, esos jóvenes pueden ser agrupados en varias categorías, los que se dedican principalmente a la agricultura y ganadería más tradicional, los que emprenden en nuevos rubros agropecuarios, como por ejemplo la apicultura, los que brindan servicios a las cadenas agropecuarias, los que optan por otros negocios rurales pero no agrarios, desde los tricimoteros, hasta los que se dedican al turismo o artesanías, pasando por una amplia gama de servicios y comercios; por último están aquellos que son pobladores rurales pero que por la falta de oportunidades en el campo migran a la ciudad estacionalmente o de manera permanente.

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Existe muy poca información sobre los jóvenes rurales, sobre su situación y perspectivas, qué piensan, qué sienten, qué esperan del futuro, cuáles son los problemas que tienen, en dónde y cómo se les puede apoyar. De lo poco que se sabe es que una gran parte de ellos no tienen acceso a la tierra, que representan mano de obra familiar no necesariamente remunerada, que están mejor preparados académicamente que las generaciones anteriores, pero que solo una minoría sigue estudios universitarios y menos del 1% de ellos prefiere carreras relacionadas con ciencias agrícolas. Además, a la problemática de los jóvenes rurales se les ha dado una mirada urbana y veterana, es decir desde los “expertos de la ciudad que pintan canas”, sin preguntarle ni darle voz directa a los mismos jóvenes.

Por otra parte, para la política pública, los jóvenes rurales están “invisibilizados” y en particular, las mujeres de ese grupo poblacional simplemente no existen para el Estado, no hay políticas públicas específicas para ellos, la escuela y los colegios rurales no dan cuenta de las necesidades específicas de desarrollo de los territorios rurales ni del rol de los jóvenes en ellos, no hay apoyos que den cuenta de los particulares problemas que enfrentan los jóvenes emprendedores rurales no solo en financiamiento, sino en desarrollo de capacidades, conexión a los mercados, acceso a infraestructuras y servicios.

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Construir políticas públicas que guarden correspondencia y coherencia con los problemas y anhelos de los jóvenes rurales es clave: desde un educación básica diseñada para el medio rural y no una copia de la que se imparte en las ciudades; una formación técnica que responda a las vocaciones productivas de los territorios y sus demandas de desarrollo; un impulso a la innovación tecnológica para elevar la productividad, darle un sentido moderno al trabajo en el campo, incluyendo un menor esfuerzo físico, aparte de alcanzar mejor productividad y calidad; el desarrollo de capacidades técnicas pero también gerenciales y de negociación; el acceso a financiamiento considerando que muchos de esos jóvenes no tienen tierras; la dotación de infraestructuras en los territorios que hagan viable el acceso a mercados de los emprendimientos de los jóvenes.

Otro elemento a considerar es la necesidad de que los apoyos desde el Estado sean integrales, no solo educación pero desconectada de la producción, no solo crédito pero sin acceso a mercados; las políticas públicas deben dirigirse y apoyar tanto a los jóvenes que desean seguir siendo agricultores y ganaderos o en servicios para las cadenas del agro, como a los que quieren permanecer en el campo pero en otros negocios rurales no necesariamente agropecuarios y por último, también para los que quieren o se ven obligados a migrar a la ciudad.

Si vamos a tener jóvenes en el campo que tengan una vida digna y próspera y si desean o tienen que migrar, ayudémosles para que esa transición sea lo menos traumática posible

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Editorial Agricola

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